POR: LUIS GERMAN ZARATE GALINDO
Quizá lo más curioso es festejar la independencia en 1810 porque en ese año jamás se habló de “Independencia de México”.
Miguel Hidalgo y Costilla participaban junto con otros conspiradores como Ignacio Allende, Juan Aldama y Josefa Ortiz de Domínguez, en las Juntas de Querétaro. Fueron delatados en 1909 y las autoridades virreinales estaban por echarles el guante cuando ellos se sublevaron con el grito de Dolores. Lo curioso es que en su discurso Hidalgo jamás habló de la “Independencia de México”. Vamos, ni siquiera usó la palabra México. En aquellos años, España había sido invadida por los ejércitos de Napoleón. José Bonaparte, hermano del corzo que dirigía Francia, estaba sentado en el trono de Madrid. En su grito de “independencia” Hidalgo gritó ¡Viva Fernando VII!, lo que era una invitación a que el rey de España fuera el gobernante allá y en América.
Lo más avanzados que estaban Hidalgo y los suyos era que querían que los españoles peninsulares dejaran de ocupar exclusivamente los puestos altos de la Nueva España y que éstos fueran también abiertos a los criollos. El primero en escribir acerca de la “Independencia de la Nueva España” fue Servando Teresa de Mier, quien había pasado varios años en Europa empapándose de los nacionalismos modernos. Fue en 1813 que Fray Servando escribió sobre la posibilidad de crear una nueva patria, independiente y soberana.
Pero el primero en hacer de la “Independencia de México”, fue en abril de 1812 en un documento célebre titulado “Sentimientos de la Nación”, en la que Morelos declaraba que no sólo México, sino toda la América, tenía derecho a gobernarse a sí misma.
Y tampoco bastaría haber declarado la “Independencia de México” para que se hiciera realidad. Bien sabido es que la Junta de Zitácuaro y Morelos no pudieron aguantar la lucha de Félix María Callejas y el ejército novohispano. Morelos murió antes de que México fuera independiente.
Hacia 1820 los intentos de independencia en México se habían reducido a grupos armados que operaban en zonas aisladas sin poner en duda las grandes ciudades, mucho menos al gobierno virreinal. Había muerto por la guerra un millón de personas, que era casi la sexta parte de la población.
E, ironías de la historia, esos movimientos que se pudieron haber acallado fácilmente fueron reencendidos porque en España la gente de Calleja se sublevó y reimpuso la Constitución de Cádiz, que era de corte liberal.
Eso agitó nuevamente a la Nueva España, pero esta vez a las clases de criollos dirigentes. De modo que se formó la Junta de la Profesa en donde participaba Agustín de Iturbide, quien había luchado encarnizadamente contra Hidalgo y Morelos.
Fue así como con más labia que bala, el independentismo liberal fue expandiéndose en la Nueva España, que para entonces ya tenía clara la idea de que podía llamarse México. Y la independencia no se terminó hasta 1821, cuando Iturbide obligó a Juan de O´Donojú, último virrey español, a firmar la Independencia de México.
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